En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier
institución mental o a cualquier centro de reinserción social al que tengas acceso.
Alcanza el
escritorio principal y pregunta por el paciente conocido como: El Maestro Juguetero. La, o el recepcionista, te dirá que no
existe alguien llamado así. Tendrás que pedirle que revise en la lista de
pacientes y busque en la sección del bloque 2, piso 5, corredor 3, y habitación
4. Cuando su vista haya hallado la información, ya sea en la computadora, o en
viejos tomos de registros, su cara quedara en blanco. Si una sonrisa
perturbadoramente amplia se dibuja en su rostro, habrás llegado al lugar
indicado. Si no, has sido emboscado por El
Cazador de los Buscadores, que es El
Portador de la Depredación ,
y tu cabeza colgara en su sala de trofeos hasta su reunión.
La, o
el recepcionista, te conducirá por los pasillos laberínticos de la institución,
hasta llegar a las celdas de aislamiento para pacientes violentos. Sigue sus
pasos, con la misma sonrisa con la que llegaste. Al llegar a la sección de
aislamiento, la celda a la que te dirigirá, dirá un número que deberás recordar
para el futuro, si es que logras pasar al portador. Ese es el verdadero número
del objeto. Al abrirla, se descubrirá un nuevo pasillo. Desde allí, tendrías
que ir tú solo, no sin antes responder al adiós que te dará tu guía, aun si su
cara frenéticamente feliz, incomoda los rincones más profundos de tu alma. No
querrás convertir esa sonrisa en una mueca de ira por tu descortesía. Solo el
desmembramiento lento y doloroso de tu cuerpo, volvería contenta otra vez a la
infame criatura que se convertirá.
Tras
despedirte animadamente, entra al pasillo oculto. Estará lleno de celdas a los
lados. En cada una de estas, estará encarcelado un Juguete. Osos de peluche,
muñecas de porcelana, soldados de juguete, animales de felpa, entre otros
muchos, elaborados con una artesanía exquisita, siendo piezas que ya no existen
en este mundo, salvo en recuerdos, o en sueños.
Camina
asía la única puerta al final del pasillo con tu sonrisa. Estará temblando en
tu rostro, agarrotando tus músculos faciales, pero debes mantenerla. No mires a
ninguno de los juguetes. Ellos están encerrados desde hace mucho tiempo, y
están resentidos con la humanidad. Si para tu desgracia escuchas: “¿Quieres jugar conmigo?” El único
atisbo de salvación será una mentira y una verdad. Párate en seco y responde
excitado: “El Juguetero me espera.
Volveré luego”. Espera pacientemente a que te responda. Si no escuchas
palabra alguna, tu destino estaría marcado por el dolor. Las celdas se abrirán
lentamente, sin dar un solo sonido, y los juguetes jugaran tortuosos juegos
contigo por el resto de la eternidad. En el supuesto que te respondan: “Te estaremos esperando”, podrás
proceder con tu marcha.
Al
pasar la puerta, te encontraras en un taller. Veras las miles de partes de
otros juguetes, esperando a ser ensamblados con un ingenio que supera a la
fantasía. Cuerpos de porcelana, madera y vidrio. Telas de seda, terciopelo y
satín. Todo de los matices más vistosos que se puedan imaginar. También
encontraras, desde las más simples herramientas, hasta las maquinas más
extrañas y fuera de este mundo, descubriendo que este simple arte oculta muchos
secretos.
En el
centro del taller, estará un hombre, más viejo de lo que marcan sus ancianas
facciones. Estarás frente al Portador de
los Juguetes, pero a él, le gusta más el título de Maestro Juguetero. Colócate frente a frente, y aun con la dolorosa
sonrisa marcando tu cara como una herida abierta, no contrastara con su rostro
austero y carente de júbilo, del que representa normalmente a los de su
profesión. Tendrías que preguntarle: "¿Por
qué es tan serio el asunto de su reunión?" El Juguetero, te mirara
colérico, y con aires frustrados te contara con el más mínimo detalle, como las
risas murieron en los eones anteriores a su separación, renaciendo al crearse
los objetos, pervirtiendo con su sadismo, su maldad y su masoquismo, cada
sonrisa, cada carcajada y cada júbilo desde entonces. Su historia no durara
mucho, pero caerás en tal estado de depresión, que si no sucumbes al suicidio,
en el futuro te dará asco escuchar a otro ser humano regocijarse en la más
simple nimiedad, sabiendo que ni las risas de los niños son inocentes.
Si
los deseos de encontrar un pronto fin no te poseen, deberías tener todavía tu
sonrisa cuando el Portador termine su historia, o no te encontrara digno de
mostrarte su niño interior. Se te dará a conocer el verdadero aspecto del
taller. Todo ha cambiado grotescamente. Las paredes ahora estarán desgastadas y
manchadas de una fétida humedad que ahoga el aire. Las partes de los muñecos y
demás juguetes, se convertirían en pedazos desmembrados de niños, niñas, recién
nacidos y uno que otro adolescente, esperando que les den una nueva forma a su
carne muerta. Las herramientas y maquinas de extraño aspecto, estarán manchadas
de sangre. Glóbulos oculares, orejas, narices y labios cercenados, regaran un
suelo sucio y quemado. El Portador
revelara su verdadera forma. Un payaso, representando la más vil de las
sonrisas, con un mugriento cabello verde moho, piel pálida como la muerte, y
unos ojos blancos y vidriosos que desnudaran tu alma de toda felicidad.
El Juguetero,
te señalara tres juguetes, en tres estantes. Son los únicos que estarán
completos, pero solo uno es el verdadero objeto. Si lo obtienes, podrás visitar
a su hermano El Portador de los Títeres,
y a su primo, El Portador del Maniquí.
Aquí podrás relajar tu semblante, si es que no sucumbes a la locura de aquella
grotesca revelación. Aun así, la sonrisa no abandonara tu rostro.
Tendría
que revelarte buscador, que tu destino estará guiado por la suerte. Si fallas
en escoger, una de aquellas creaciones te
devorara y utilizara tu carne como relleno para su cuerpo. Otra, con un
simple toque, te convertirá en parte de la colección de juguetes, encerrados en
las celdas de los muchos corredores que oculta aquella institución mental o
centro de reinserción social. El último, seria tu premio, pero este objeto ya
fue retirado por “Su Elegido".
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